Es en la más extensa soledad, que alcanzo mi punto máximo. Me he olvidado de que existen algunos colores, formas y olores. Un olvido, que nunca será para siempre.

Ya no existes en el presente, pero aún encuentro rastros de ti en el actuar de personas al azar, es extraño e inexplicable. Son los sentidos que se tergiversan, los universos que se trastocan para llegar hasta mi mente como un destello fugaz y escurridizo de tu luz. Qué más podría hacer, sino escribirlo? Qué más podría hacer, sino buscarte para asegurarme de que sigues no existiendo? Para asegurarme de no sé qué, de que no das vueltas por ahí, deslumbrando al mundo que te rodea sin que yo lo sepa.

Si bien, no existen imágenes verídicas del día en que me convertí en un Árbol, verídicamente aquí estoy yo, plantada sobre esta pobreza de raíces que encriptan bajo mis zapatos, nada más ni nada menos, que a mi propio yo.

No sé qué me pasó, que olvidé que tú y yo éramos/somos seres humanos,

intentando alcanzar cada quien, su propio universo de placeres. 

Olvidé, lo que la Bella me susurró al oído por tantos años.

Llegaste a mi vida de la manera y en el momento más inesperado, cuando todo en mí estaba más perdido y más frío que nunca. Pero aún así, creo que fue en el momento indicado. Reconocí al instante que eras una persona distinta, no sólo por tu belleza física, sino también por todo lo mágico de nuestra primera conversación. Eres los días más felices de mi vida, la paz que llega en los momentos de caos, la mejor compañía, el calor capaz de llegar hasta lo más intrínseco en mí, el refugio que pensé jamás tendría, y como tú has escrito también, la mejor amante y más aún, la mejor compañera. Quisiera seguir unida a ti, y que el universo nunca nos separe. Gracias por ser quien eres conmigo, y por amarme tanto como yo a ti.

Quizás abandono del propio ser, o quien sabe qué sea. Yo, no sé cómo más llamarle, ni creo que nadie más sepa.

Pensé: "La vida jamás va a darte motivos para acercarte a mí", pero los motivos no te los dió la vida, te los diste tú, con un propósito totalmente desconocido para el universo en mi ser.

Límites en mi cuerpo carente de sustancia, que no se siente aquí ni se siente allá. Mi cuerpo, que se materializa en las ideas que se escapan de las garras de mi memoria. Entremedio de las luces y la multitud pienso que he reptado a un lugar muy lejos, a un lugar diferente. Desde allá lejos me dijeron que despertar era lo primordial, pero creo que tampoco es un crimen querer estar dormida para toda la vida.

Nunca entenderé por qué hay tanta gente que se empeña en convertir el amor en odio, por todas partes, todo el tiempo. Hay casas que no se caen, dice ella, pero estoy segura de que todas caen, tarde o temprano, todas se caen, y si no caen se queman, y si no se queman se las lleva un huracán... un huracán en mí, que amenaza con arrastrarme al cuarto oscuro que he dejado de habitar, las paredes que han dejado de llorar, la almohada que ha dejado su angustia, los ojos que han dejado de estar cerrados, los días que han dejado de sólo existir de la ventana para afuera y la cama que ha dejado de estar deshecha. 

Te miro, a través de mis lentes de sol. Ahí estás, de pie frente a mí, más que cerca, sonriendo. Intento en tu mirada atrapar las mentiras, la falsedad, pero estoy demasiado aturdida para encontrar nada. Te despides, con un beso que sabe a incertidumbre y me doy la vuelta sin mirar para atrás. Me atrapa el miedo, me aterra la caída libre. Me asusta la idea de caer en el vacío constante. Me voy caminando ligero, aún sin poder descifrar la mentira en tu verdad.